miércoles, 7 de marzo de 2007

Fútbol, mitos e historia en La iluminada circunferencia de Jorge Velásquez.


“Un islote somos
Un chalupón forastero en lo invisible.”

Jorge Velásquez Ruiz (Castro, 1972) se encontró con el bichito de la poesía al llegar al Liceo Politécnico de Castro en marzo de 1986. Dejó la isla de Quenac para seguir sus estudios de enseñanza media y fue uno de los primeros participantes en el taller literario que acababa de fundarse en ese colegio, el que, como informa en la solapa de su libro, muy pronto se transformó en la última promoción del Taller Literario Aumen.
Desde la misma portada, el lector intuye los motivos que servirán de columna vertebral al libro. Si bien el título, La iluminada circunferencia, podría conducir a equivocaciones, la pintura de la cubierta aclara inmediatamente que no se trata de la luna, ni del sol, ni de ninguna otra estrella lejana sino, ni más ni menos, que de una isla, un archipiélago y/o una cancha de fútbol. La vida isleña junto a una serie de historias futboleras constituirán el hilo conductor de este libro que en su secuencia de imágenes y poemas nos paseará por varios momentos significativos de la historia de la isla y de la vida de sus habitantes.
El poemario, dividido en cuatro secciones (“Primer tiempo,” “Segundo tiempo,” “Tercer tiempo y “Último tiempo”), intenta estructurarse de acuerdo a los parámetros de un partido de fútbol. Sin embargo, ese intento no resulta completamente exitoso. Pienso, por ejemplo, que habría sido más acertado titular “Tiempos complementarios” a la tercera y cuarta secciones para no abandonar la idea inicial.
Sin apartarme del aspecto estructural, la división del libro en cuatro tiempos me parece un tanto forzada puesto que si la secuencia de los poemas de cada sección aludiera a un determinado tiempo histórico, los dos poemas iniciales deberían constituir por sí mismos una suerte de sección introductoria (“Tiempo de encuentro” o “Tiempo de desencuentros” si se quiere) debido a que en un conjunto cuyo hilo conductor está formado por hechos, anécdotas o experiencias ocurridas en el siglo XX, el poema “Primeras jugadas” (7) refiere al encuentro de los conquistadores españoles con los pueblos indígenas (s. XVI); mientras que “Torneo en Mocopulli,” que en el manuscrito se titulaba “Mocopulli 1826,” alude precisamente a esa fecha, cuando el ejército chileno lucha por anexar a su territorio el ‘último reducto español.’
En La iluminada circunferencia, Jorge Velásquez nos pasea por los torneos futbolísticos del mundo isleño y rural de Chiloé, y a través de la experiencia de esos partidos, las vivencias de sus protagonistas y los viajes en lancha para jugarlos, nos ofrece una amplia pintura de los sueños, las glorias y las siempre dolorosas derrotas de esos jóvenes campesinos para quienes el domingo es el único día en que se puede tocar el cielo. Pero, como el poeta ha dejado en claro desde los primeros versos, el libro también navegará por las a veces tormentosas aguas de la historia regional y nacional.
En sus versos abundan los toponímicos que dan a esta poesía un marcado carácter regional y la sitúan en un preciso lugar del mundo, el Archipiélago de Chiloé (islas Meulín, Teuquelín, Quenac, Llingua, Caguach). El mismo rol cumplen los personajes cuyos nombres muy probablemente pertenecen a seres reales, conocidos por el poeta, habitantes de esas mismas islas: Lelo Vargas, que antes de la llegada de las salmoneras iba a la esquila; el finao Pedro Hueicha y su guitarra; Blanca Leviñanco y David Peranchiguay; así como otros nombrados sólo por sus apodos, como Cocherrayo, Vaina, Chati, Picaleña o Cocheclavo.
Las pichangas de niños igual que los torneos de los grandes ocurren en un medio geográfico y cultural que Velásquez va retratando con pluma certera. Verso a verso vamos encontrándonos con elementos religiosos, “hubo aquí un rehue y luego una capilla” (p.7); marítimos, “en nuestra chalupa iba la esperanza junto al timón” (12); míticos y legendarios, “la recta provincia” (18), “el buque de arte” (20), “pero habremos de jugar contra el brujo del arquero” (14); aves y plantas, “bailan en el cielo las bandurrias” (15), “esa cancha llena de espinillo” (8); faenas campesinas, “entonces la maniobra es enganchar las yuntas” (15); y con menciones que recuerdan la importantísima conexión de los campesinos del archipiélago con la Patagonia Argentina, “la pelota venida de Comodoro Rivadavia” (24), “Vivar podía sacar un truco bajo la luna” (25), etc.
La pluma del poeta con mano de truquero juega algunas de sus mejores cartas en “Torneo 73” (28) y Torneo 78” (29), años en que la vida chilota se cubre de nuevos miedos que no tienen nada que ver con la naturaleza a veces agreste ni con los poderes de la brujería. En el primero, leemos: “Tadeo Velásquez, central del Tricolor/ Y Amadeo Millán Manquilepi, del San Luis de Lin Lin/ Jugaron su propio partido en Achao/ Los cruzaron en la cancha más oscura y sin faroles/ Podían intuirse hasta los descuentos.” En esos primeros versos, el poeta nos adelanta que el partido aquel no fue un partido cualquiera. El verso “Los cruzaron en la cancha más oscura y sin faroles” es una especie de anticlímax que nos previene de la tragedia que pintarán los versos siguientes: “Habían metido un gol dicen, afuera del partido/ Aunque nunca en su bendita inocencia gritaron por la UP [ … ] Estuvieron me cuentan frente a un arco vacío/ esperando una o dos tarjetas/ más rojas que el horizonte.” Por otro lado, en “Torneo 78” leemos: “Los aviones pasaban a ras de cancha/ Usaban el color de las camisetas de nuestros enemigos/ En la única TV jugaban Argentina y Holanda/ Afuera disputaban Meulín con Tocoihue a penales [ … ] Los aviones pasaban por la línea/ que hizo Dios al amanecer...”
Uno de los grandes aciertos de este libro es el de reunir en sus poemas historias y anécdotas de los torneos de fútbol de las islas de Chiloé, con pasajes de la vida diaria de los isleños y del acontecer histórico del archipiélago y del país. El triunfo o la derrota del domingo o el recuerdo de las pichangas que jugaba de niño, pintados con una variedad de tonos entre los que no escasea el de la nostalgia, le permiten al poeta llevar al lector a otras experiencias y tiempos como la Batalla de Mocopulli en 1826; el golpe de estado de 1973; el conato de guerra con Argentina y el mundial de fútbol en ese mismo país en 1978; las faenas de la esquila en la Patagonia a donde los padres acostumbraban a llevar a sus hijos adolescentes para que se convirtieran en adultos,
Un buen primer libro aunque no consigue mantener el mismo nivel de comienzo a fin. Pienso que para una segunda edición, sería necesario repensar si es necesaria la inclusión de los textos en prosa “Crónica de una cornada” y “Un condenado a respirar más allá de las paredes”, puesto que desde un punto de vista puramente estético no me parece que signifiquen un aporte al conjunto.
Concluyendo, La iluminada circunferencia de Jorge Velásquez es un libro en el que no escasean los poemas lúcidos y bellos que adentrarán a los lectores en un trozo de realidad que para unos tal vez sea conocida sólo de oídas, y para la mayoría, una realidad ignorada por completo.


Carlos Trujillo
Villanova University

1 comentario:

Ximena Alejandra dijo...

Que orgullo ver a un ex compañero de Taller brillando en el escenario que se construyó con esfuerzo y apoyado como siempre de excelentes escritores.

Felicitaciones por no haberte desviado del camino de las letras, sabía que te conducirían al lugar donde soñabas

A la distancia, mis felicitaciones