miércoles, 7 de marzo de 2007

Tradición y modernidad en Los palafitos… del paisaje de Mario García Álvarez


El breve poemario Los Palafitos… del paisaje del autor chileno Mario García Álvarez es una caja de sorpresas, una especie de caja china que al abrirse nos ofrece otra no menos bella y perfecta en su interior. La portada azul marina con trazos negros y borde color verde agua, es sólo el inicio de las sorpresas. La portada (pintura de Alejandro Barrientos) presenta un fondo color mar; de un mar oscurecido por un cielo completamente cubierto. La opacidad de los tonos, más las huellas de humedad y descascaramiento dan una idea de las señeras marcas que ha dejado en ese espacio el paso del tiempo. En mitad de la portada se observan unos trazos más oscuros, como de noche o tiempo o humedad (o todo eso junto) que esbozan apenas la figura de un palafito. Unos cuantos trazos negros, traspasados por la oscuridad, por el mar, por la lluvia y el frío, imaginamos. Aunque la figura central de ese palafito apenas reconocible también evoca la imagen de una ventana apenas visible, a través de la cual se filtra un débil atisbo de luz, pese a la oscuridad que impide ver con exactitud lo que hay allí.

En la contraportada del libro, es decir de la pintura dual que le sirve de cubierta, predominan tonos grises y verdeoscuros, sombríos y fríos, como las noches de invierno del archipiélago sureño. En la parte inferior se ve la figura de un canoero, un indio nativo de las islas chiloenses, remando solo, en otro tiempo; enfrentándose a ese mar con todo el cuerpo, parado con firmeza frente al viento, al frío, a la historia (o al frío de la historia); acercándose a una costa apenas señalada por una línea azul que cruza de lado a lado la parte superior. La pintura dual nos adelanta un título dual.
En la cubierta se lee Los Palafitos… de Mario García Alvarez, título de gran sencillez, formado por un artículo y un sustantivo, que nos remite directamente a la peculiar imagen de esas casas de madera, cuyas largas patas flacas, completamente visibles en las mareas bajas, son cubiertas casi por completo por el mar en las mareas altas, lo que les da esa pintoresca imagen de casas flotantes, de lanchones cuadrados humeantes e inmóviles, recubiertos de tejuelas de ciprés, de alerce o de la más moderna y sonora plancha de zinc. Pero ese no es todo el título, puesto que recién en la parte inferior de la contraportada se completa el: Los palafitos... del paisaje. Es recién aquí cuando descubrimos que el título no apunta simple y llanamente a unos palafitos que el lector entenderá como referencia a esas construcciones del borde marino chilote que abundan en postales, calendarios y revistas de promoción turística. La segunda parte de la frase (...Del paisaje) obliga a inquirir el porqué de tal puntualización. ¿Querrá apuntar a los palafitos como una imagen icónica del sur, al servicio de los intereses del turismo? ¿A los éstos como parte de un paisaje exterior (físico/geográfico/publicitario)? ¿A un paisaje interior (el de la identidad isleña, su espíritu, su cultura; la conexión del ser humano con el lugar que habita y ayuda a formar)? ¿O apunta a todo eso y algo más? Lo cierto es que desde la portada/ contraportada el autor nos ha enganchado con su anzuelo de pescador avezado, puesto que para cualquier lector es evidente que ese título binario no es producto de una simple casualidad.
Para adentrarnos en el referente del libro cito las palabras iniciales del excelente e iluminador prólogo de Sergio Mansilla Torres: “¿Qué son los famosos palafitos de Castro, Chiloé? Por una parte, material predilecto de postales, vitrina de lo "típicamente chilote" para deleite de turistas y, acaso, para las luminosas páginas del National Geographic: puro "simulacro" de realidad, resultado de la deliberada manipulación del paisaje de las cosas para convertirlo en mercancía de consumo cultural destinada a satisfacer la necesidad de exotismo de una modernidad (sobre)saturada de sí misma. Por otra, un sitio de marginalidad: orilleros de la tierra y del mar son sus moradores; pescadores u obreros pobres la mayoría, viviendo en casas de madera desvencijadas que carecen de servicios higiénicos conectados al sistema de alcantarillado, sin espacios para la recreación de los niños. Lo cierto es que los palafitos vienen a ser la implacable metonimia de lo que se ha solido llamar la "cultura de bordemar" de Chiloé.[1]” (3-4)
Apunta bien Mansilla, gran conocedor del mundo sureño chileno/chilote --poeta y chilote, él mismo-- cuando pregunta: “Qué son los famosos palafitos de Castro, Chiloé?” Y su respuesta, que indica precisamente la dualidad del tema, no podría haber sido más acertada. Por un lado, los palafitos son material predilecto de postales, vitrina de lo que es "típicamente chilote" según el ojo del turista, "puro simulacro de realidad." A estas alturas (primeras líneas) del prólogo, queda claro que los palafitos no son una sola cosa ni pueden ser definidos en dos palabras porque no es lo mismo el ojo de quien vive, suda y sufre en ellos que el de aquél que los ve a través de los espectaculares colores conseguidos por una cámara digital mientras se sueña (frente al televisor) visitando esa isla maravillosa que se le ofrece. Con medida rabia dice Mansilla: “Deliberada manipulación del paisaje de las cosas para convertirlo en mercancía de consumo cultural destinada a satisfacer la necesidad de exotismo de una modernidad (sobre)saturada de sí misma.” Así las cosas, el campo visual que nos ofrecen estos palafitos de Mario García Álvarez es mucho mayor que aquel que imaginamos al leer en la portada la primera parte del título nombrada por un artículo y un sustantivo.
Los palafitos tienen otra cara --la principal y, paradójicamente, la que no se ve--, la que no ven más que esos marginales de la tierra y del mar cuyo hábitat marginal, que es centro de su vida y su quehacer, también se vuelve centro (mentiroso y ficticio) en los grandes carteles de turismo o en las fotografías multicolores de revistas internacionales interesadas sólo en lo pintoresco de esas construcciones bordemarinas. La gente que las habita y las construye no importa nada, puesto que nada hay de exotismo en ellos ni en sus vidas, y según sabemos, eso no es buena publicidad para el turismo ni para el sistema del libremercado.


Intrahistoria del libro

Aprovechando una visita del poeta a Estados Unidos en diciembre del año 2000 --de paso, tras seis semanas disfrutando de una pasantía para docentes en España otorgada por el gobierno chileno-- tuve la oportunidad de hablar con el poeta sobre la flamante nueva publicación que traía bajo el brazo: Los Palafitos… Del Paisaje. La parte que transcribimos a continuación es aquella en que García se refiere al proceso de escritura del libro, así como a la contingencia en la cual se escribió y a la prolongada tardanza de su publicación.
CT: ¿Cuándo comenzaste a escribir Los Palafitos?
MG: Los palafitos tiene que ver fundamentalmente con mi salida de Chiloé. Estoy hablando del 83, es decir hace 17 años o tal vez un poco más. Ya estaba trabajando la idea desde el año 82[2]. Tenía muy pocos poemas porque fundamentalmente tenía una visión muy estrecha de Chiloé. Lo que impulsa y desarrolla una idea más completa y le da cuerpo al libro es mi salida de la isla, cuando empiezo a ver la isla desde afuera, desde Santiago, cuando me voy a La Ciudad del Niño[3], y posteriormente a La Serena.
CT: Me dices que comenzaste a escribir este libro en 1982 por lo que imagino que la idea tal vez habrá surgido un tiempo antes. Entonces mi pregunta es ¿por qué antes que publicaste dos libros antes que Los Palafitos… que fue tu primer poemario concebido como tal? ¿Por qué postergaste su publicación?
MG: Eso fue por problemas económicos. Este texto debió haberse publicado mucho antes, cuando ganó el Concurso Regional de Poesía de la IV Región[4] en el año 85, un concurso que organizó la Sociedad de Escritores de Chile, Filial Coquimbo. Ellos cumplieron solamente con la mitad del premio, que eran treinta mil pesos, pero nunca cumplieron con la parte más importante que era la publicación del libro ganador. Mis otros libros ganaron un concurso que organizó la Sociedad de Escritores de Chile con dinero aportado por Noruega para apoyar la publicación de escritores inéditos. Con el dinero de ese premio publiqué esos dos libros y no Los palafitos porque en ese instante pensaba que ese libro ya no me satisfacía, o que quizás no era su momento. Recién ahora tuvo su momento este libro que paradójicamente motivó la escritura de los otros dos[5].
CT: Imagino que los 18 años en que el libro se fue haciendo no pasaron en vano. ¿Qué cambios sufrió el texto desde sus orígenes hasta el momento de llevarlo a la imprenta?
MG: Creo que no ha sufrido grandes cambios, pero me parece que los lectores del libro lo han visto y valorado de una manera distinta. El libro se mantiene en un ochenta por ciento en lo que fue su versión original y traté de no meterle más mano fundamentalmente para no perder la esencia del mismo. Incorporé varios poemas que vienen a darle más cuerpo al texto en general y cubren ciertas zonas de ese paisaje que no estaban totalmente elaboradas, es decir, completan ese paisaje. Había algunas cuestiones que no estaban bien desarrolladas, faltaba un poco lo que es la vida, el tiempo tanto cronológico como climático. Eso fue lo que agregué.
CT: ¿Por qué la idea de Los palafitos?
MG: Se llama Los palafitos… del paisaje por varias razones. La idea surge en mí cuando en tiempos de la dictadura militar, el alcalde designado se empeña en hacer desaparecer los palafitos de toda la orilla de Castro. Él eliminó por lo menos un tercio de ellos. Ése es el hecho concreto que me hace reflexionar, que me hace entender además que los palafitos son una forma de vida, una forma objetiva, concreta, que representa la vida de Chiloé. Como tú sabes, he viajado, me he criado bastante en el mar, en los canales de Chiloé y para mí esa forma de vida (sin haber vivido necesariamente en un palafito) me parece muy completa y además única.
CT: Hablando de las vueltas de la fortuna. ¿Te parece mejor haberlo publicado ahora o crees que hubiera sido mejor publicarlo quince años antes?
MG: Por algunas razones me habría importado publicarlo mucho antes, cuando efectivamente el libro era importante. Tú me preguntarás por qué y la respuesta es, porque muchos lectores y poetas, ahora pueden decir que yo estoy repitiendo algo que ya está hecho, como es hablar de este lugar, de las particularidades de esta zona. En ese tiempo no había nada, exceptuando el trabajo de Sergio Mansilla, referido exclusivamente a Chiloé. No había nada así. Lo que sí existía --y yo lo desarrollé en mi Tesis de Seminario de Título[6]-- es que Chiloé estaba presente en los textos de todos los poetas de la zona, pero por una cuestión obvia de experiencia vital, por los referentes humanos de donde uno es, pero no había un trabajo cuya poética, cuya escritura, haya estado intencionadamente pensada a partir de un tema específico de Chiloé y de la identidad del mundo chilote. En tal sentido, el texto habría tenido una valoración distinta si se hubiera publicado en ese tiempo. Ahora en cambio, me parece que el libro puede ser fácil y equivocadamente considerado como algo que se agrega a lo ya existente, en relación, por ejemplo, a Karra Maw'n de Clemente Riedemann, a De Indias de Nelson Torres (es interesante que cuando Toño estaba escribiendo De Indias yo estaba escribiendo Los Palafitos), y a otro montón de textos que hay por ahí; incluso La Heredad del Pasto y el Agua de José Teiguel, y muchos otros libros de escritores mapuches que en ese tiempo no existían o simplemente no se conocían. Es decir, lo que Iván Carrasco llama 'la poesía etnocultural.'
CT: ¿A tu parecer, es Los palafitos... del paisaje tu libro más logrado?
MG: A mí, mis tres libros me parecen libros logrados. Los palafitos es un libro que me deja satisfecho, pero también me dejan satisfecho Poemas In-Púbicos y (Des)pliegues de papel y follaje. Tal vez dentro de este último libro encuentre yo mayores cosas que me identifican y que he seguido desarrollando. Asimismo, Los palafitos me sigue potenciando otras cosas, por ejemplo, un libro sobre Pedro María Ñancúpel[7] del que ya tengo más o menos clara la idea de lo que quiero hacer. Yo creo que siempre voy a mantener estas tres líneas: la poesía amorosa-erótica-irónica como los Poemas In-Púbicos; la poesía social-histórica como Los Palafitos y el libro que estoy escribiendo sobre Ñancúpel; y la poesía que reflexiona sobre el oficio existencial-poético como (Des)pliegues de papel y follaje y otro que se va haciendo de a poco y que tiene el título tentativo de Pura poesía.
Volviendo a mis títulos anteriores, me parece que los Poemas In-Púbicos es un libro que la gente ha leído muy mal. Ese libro es mucho más que un juego de palabras, es un libro tremendamente intencionado, absolutamente estructurado, un libro filosóficamente armado. Bueno, ahí dejo hartos lectores afuera porque la sección "Alta Filosofía" no se puede entender completamente si no se tiene cierto conocimiento de filosofía. Parece un juego pero requiere de una cierta profundidad de lectura. En Los (des)pliegues… también hay una suerte de juego filosófico (no olvides que mi formación es filosófica también). Y Los palafitos también me deja conforme. Éste es un libro con el cual tuve muchas frustraciones por no poder publicarlo, eso de andar siempre con un libro atragantado, viendo publicados otros libros que no tenían ningún valor. Estuve a punto de quemarlo. Toda esa rabia está dentro de los (Des)pliegues de papel y follaje, cuyo título fue "Canto del poeta inédito" hasta poco antes de su publicación.
En Los palafitos hay un elemento estructural que no he visto en otros libros, una cuestión que puede ser accesoria pero que tiene todo un sentido. Cada sección de la unidad tiene títulos que se convierten en los versos del poema final que es el índice. El poema final se llama "Como un índice" y está construido con los títulos de cada sección. Además cada sección en sí misma tiene un sentido. Dentro de Los palafitos hay una travesía que es mi travesía personal. Yo hablo de los palafitos en el norte, en el sur, en el centro y eso tiene que ver con mi viaje y ahí en medio de todo está metido el asunto político del Chile de ese tiempo.


Sembraremos nuestras casas en el mar


El poemario está conformado por cinco secciones de extensión desigual, precedidos por un poema sin título que sirve de introducción al volumen y al tema. Es precisamente éste el poema que vamos a comentar en las siguientes páginas:


Sembraremos nuestras casas en el mar
Que es tierra fértil y líquida.
Aquí habrán de crecer nuestras raíces
Juntaránse con las manos de los muertos
Que siguen arrastrados por las tormentas
De viento y humo que les amanecieron,
Serán estos muertos los eternos habitantes
De las paredes iluminados por las velas,
Serán estos los náufragos intangibles, invisiblemente
Manchados de sal blanca como la esperanza;
Serán estos cuerpos de madera,
Estos pilotes mojados
enterrados en la orilla de la historia
los únicos puentes
que soportarán las otras lluvias
y el peso
y la llegada de las muchedumbres solitarias
que sólo podrán ver nuestras máscaras agitándose
en los ojos negros del viento
en medio de un sol
lleno de algas… (p.11)

El poeta comienza afirmando la identidad isleña bordemarina de su pueblo, que también debe verse como afirmación de la validez, la importancia y el respeto que merecen todas las culturas marginales. Por lo mismo este poema y todo el libro que precede no debe entenderse sólo como un poema de temática e interés regional sino como un poema en el que se conjugan algunos de los temas y formas más actuales de la poesía. Para el poeta, así como para el pueblo del cual es voz, el mar es su campo, su hábitat natural, su "tierra fértil", plena de vida. La imagen de la Tierra Madre se transforma en la del Mar Madre.
Primera parte:
El poema que aquí comentamos es el que nos introduce al volumen Los palafitos… del paisaje de Mario García Álvarez. Su localización en el conjunto, precediendo a la primera sección del poemario, más el uso de una tipografía diferente al resto del libro, señala claramente su función de poema introductorio, separado del cuerpo principal, como en sus márgenes, aunque no ajeno a éste. [Probablemente este poema haya sido escrito una vez que todo el resto ya estaba completo, puesto que es una introducción que aparte de presentarnos el tema es también conclusión, en alguna medida].
Desde el título intuimos que estos "palafitos del paisaje" no son un libro de poesía paisajista, ni folclórica, ni tradicional. Intuimos que el poemario no será un canto idealizador de una cultura que parece exótica a los ojos ajenos, ni tampoco una alabanza del pintoresquismo de esas cosntrucciones bordemarinas que le sirven de referente. Asimismo, el tono del poema introductorio nos suena a proclama, a grito dolorido, a manifiesto de una identidad que no se quiere perder; a esfuerzo honesto para recuperar los valores culturales de una forma de vida que empieza a diluirse entre tanta carátula colorida; en fin, a defensa de un espacio que quizás no sea el mejor, pero que es el propio y se asume como tal. En síntesis, este poema es un grito contra el atropello y el avasallamiento impulsado por otras culturas económicamente más fuertes. No olvidemos las señales que lanza el autor desde la misma cubierta del volumen en la que el palafito apenas trazado, igual que la figura del indio canoero de la contraportada, es sombra apena, sombra perdida en medio de la oscuridad (noche, lluvia, tempestad, dolores de la historia), diluida si no desaparecida completamente o en rápido proceso de extinción.
Por lo mismo (o a causa de eso) este poema o proclama no está escrito en presente (que sería un presente perecedero y bastante improbable) sino en un esperanzador futuro (que como tal no podemos ver ni comprobar, pero sí imaginar, esperar que se haga realidad, aunque la pura esperanza sea su base de sustentación): "Sembraremos nuestras casas en el mar…/ Aquí habrán de crecer nuestras raíces…"
Nótese la fuerza de los enunciados en lo que entendemos como el primer apartado del poema (v.1-3). Esa fuerza no reside sólo en los verbos elegidos (sembrar, crecer) sino en el sentido total de la frase poética (en verdad, dos frases). El poeta le tuerce la mano al mundo real que ha tomado de referente. Con mano y poder de creador de mundos hace de los palafitos un producto de la naturaleza. Ya no se construirán palafitos que deterioren y destruyan las inclemencias climáticas sino que estos palafitos "serán sembrados" y como tal siembra se reproducirán una y otra vez llenando de vida y de espacio pleno para la vida toda la costa ribereña.
Reitero que el poeta se presenta con rasgos de creador de mundos (transformador del mundo o proclamador de un micromundo diferente) porque, entre otras cosas, no nos habla de las raíces de las que procedemos, de las que somos producto, sino de esas raíces que en el futuro luminoso que se proclama "aquí habrán de crecer", aquí habrán de afirmarse para bien del propio futuro y también del pasado que encontrará cobijo y respeto allí, tras largas temporadas "arrastrados por las tormentas".
Los versos 3 a 6 funcionan como nexo entre el primero y el último apartados, que funcionan como introducción y conclusión del poema, respectivamente. Desde el verso 3 ("Aquí habrán de crecer nuestras raíces"), el poeta reafirma la íntima conexión de su gente con el hábitat bordemarino al que alude. Este "aquí", valga la simpleza de mi explicación, se señala y afirma como "lo nuestro, lo propio y auténtico" frente al "allá" que representa "lo otro, lo ajeno, lo impuesto, lo inauténtico." Aquí crecerá y se desarrollará lo nuestro porque aquí está viva (aunque oculta a medias) la memoria de nuestros antepasados. Por eso, aunque las raíces, nuestras raíces, están y han estado aquí por siglos, pareciera que no hay nada de qué partir y fuera necesario crear esas raíces, con poderes de mago. Pero el poema muy pronto precisa que no es así, sino que esas raíces (que quiero entender como la savia de las nuevas generaciones) se fortalecerán al juntarse con "las manos de los muertos/ que siguen arrastrados por las tormentas…", o dicho en simple prosa, las identidad de las nuevas generaciones se hará una sola, grande y fuerte, en el conocimiento y el respeto de la formas culturales, la fe y las creencias de quienes los precedieron.
El tercer y más extenso apartado es el final, que comienza en el séptimo verso ("Serán estos muertos los eternos habitantes") y que está marcado estructuralmente por la reiteración de la forma verbal "serán" (aliteración en versos 9 y 11) que constituirá la base de la formulación final. La forma verbal "serán," como veremos más abajo, servirá de verdadero y sólido soporte para la afirmación con la que concluye este poema introductorio:


Serán estos muertos los eternos habitantes
de las paredes iluminados por las velas…

La memoria de los antepasados, aunque negada, atropellada u olvidada, es eterna; es un valor de presencia permanente en las nuevas generaciones; es (o debiera ser) memoria viva y lección permanente.
Debe notarse que la mención a "las velas" no es casual, pues estas velas apuntan a dos características de la vida campesina-ribereña del Chiloé tradicional: por un lado, las velas que ofrecen su luz débil en las casas pobres; por otro, las velas votivas, que se encienden para honrar el recuerdo de esos "eternos habitantes" presentes en los hogares chilote-cristianos igual que las imágenes de Jesús y la Virgen, que adornan las paredes. Los antepasados muertos, nos recuerda el poema, nunca dejan de rondar los espacios que una vez fueron suyos, según la tradición isleña.

Serán estos los náufragos intangibles, invisiblemente
manchados de sal blanca como la esperanza;

La conexión vida-mar se traza una vez más en estos versos. Estos muertos, eternos habitantes de nuestras paredes serán (también) los náufragos intangibles, manchados de sal blanca como la esperanza. Náufragos intangibles. Sin embargo, su naufragio no es pesadumbre ni tragedia ni olvido ni muerte sino esperanza llena de blancura, faro en medio de la tormenta, luz rompiendo en medio del cielo encapotado de la historia presente.

Serán estos cuerpos de madera,
estos pilotes mojados

La conexión vida-mar completa el círculo de estos poemas del libro del poeta chileno: "Serán estos muertos…(y/o) los náufragos…(y/o) estos cuerpos de madera…", es decir, estos muertos de mar y tierra, o dicho de otro modo, la perpetuación de la memoria y los valores culturales de ese pueblo bordemarino marginal (porque otros han venido a marginarlos en su propio terreno) serán "los únicos puentes/ que soportarán" esas otras lluvias que con diversos nombres, disfraces, propósitos y fachas habrán de llegar a ese territorio donde se juntan la tierra y el mar y que nunca verán el verdadero rostro de ese mundo ni de sus habitantes sino sólo "máscaras agitándose/ en los ojos negros del viento/ en medio de un sol/ lleno de algas…"


Carlos Trujillo
Villanova University


[1] Sergio Mansilla Torres, "Los Palafitos… Del paisaje. Escritura en el bordemar de la historia," texto que sirve de prólogo al libro que aquí comentamos.
[2] Según esta fecha, el poeta habría comenzado escribir este libro a los 18 años de edad.
[3] La Ciudad del Niño era uno de los Centros del Consejo de Defensa del Niño y fue creada por el Presidente Juan Antonio Ríos. Este proyecto era apadrinado por las embajadas extranjeras que existían en el país y consistía em casas diferenciadas en edades y sexo. Era una ciudad con calles, liceo, plaza, escuela, piscina, biblioteca, enfermería, canchas de básquetbol, baby-fútbol, cine, circuito cerrado de televisión, etc. Era una miniciudad, lo que no tenía era comercio, pero aparte de esa excepción había casi de todo. A los hogares de esta institución accedían niños de situación irregular, y además tenían un programa de becas para que los estudiantes más destacados pudieran continuar estudios superiores. Los hogares tenían el nombre de la embajada patrocinante... Luego por ahí por el 84 más o menos un invento de la dictadura llamado el SENAME (Servicio Nacional del Menor) no sólo tomó el control de esta institución, que hasta entonces había sido una organización semi-particular, y se apoderó de La Ciudad del Niño y de los otros centros. Lo último que sé es que el asunto se ha reducido a la más mínima expresión. Incluso vendieron los terrenos, el liceo y la escuela son municipales y de la tal ciudad no queda casi nada." (Me pareció importante incluir esta descripción hecha por el propio poeta de lo que fue una de las instituciones donde él estudió y de lo que pasó con ella como consecuencia de la política de autofinanciamiento impulsada por la dictadura).
[4] La IV Región, llamada también Región de Coquimbo, está formada por las provincias de Elqui, Limarí y Choapa. La capital regional es La Serena, ubicada 472 kilómetros al norte de Santiago
[5] (Des)pliegue de papel y follaje y Poemas In-Púbicos. Ambos volúmenes fueronpublicados por Ediciones Barba de Palo, en Valdivia, Chile, julio de 1995.
[6] "Aumen: Poesía contemporánea escrita en Chiloé." Tesis para optar al título de Profesor de Estado en Castellano y Filosofía, Universidad de La Serena, 1989.
[7]Famoso pirata chilote nacido durante el apogeo de las loberías y de la explotación del ciprés de las Guaitecas. Pedro María Ñancúpel Alarcón fue fusilado en Castro en 1888. La literatura oral ha llevado la fama y leyendas de este personaje por toda la zona austral de Chile. A continuación cito la primera estrofa del "Corrido de Pedro Ñancúpel": "¡Oh mi Jesús amoroso!/ ¡Oh mi Dios, Padre Divino!/ Por esta cruz en tus hombros,/ por este amargo camino./ Dadme luz y entendimiento/ a esta torpe pluma y lirio/ para relatar a ustedes/ el caso más peregrino/ del señor Pedro Ñancúpel/ que en Melinka fue cautivo." (Renato Cárdenas Álvarez, Diccionario de la Lengua y de la Cultura de Chiloé, Santiago: Olimpho, 1994, p.160)

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